Actualizado: 01-Octubre-2024
Leyenda La Virgen de Ocotlán
Leyenda del Estado de Tlaxcala
A escasos diez años de la aparición de la Virgen de Guadalupe al indígena Juan Diego de origen mexica, se aparece de nuevo a otro Juan Diego pero este originario de nuestro Tlaxcala.
La aparición se llevó acabo en la región de Ocotlán. Era la primavera de 1541, e iba Juan Diego Bernardino cruzando un bosque de Ocotes, cuando la Virgen se le aparece y le pregunta que a dónde va. Juan Diego contesta que lleva agua para sus enfermos que mueren sin remedio por la terrible epidemia, y la Virgen le contesta: Ven en pos de mí, yo te daré otra agua con que se extinguiría el contagio, y sanen no sólo tus parientes sino cuantos bebieren de ella. Juan Diego llenó su cántaro de un manantial hasta entonces inexistente y se fue a Xiloxoxtla, su pueblo natal.
Antes la celestial señora le ordenó que comunicara lo sucedido a los franciscanos, indicándoles que encontraría una imagen suya en el interior de un ocote que debería de ser trasladada al templo de San Lorenzo.
Fueron ya al atardecer los frailes y vieron el bosque se estaba incendiado, pero con llamas que no consumían. Había un gran árbol que irradiaba especial luz, lo señalaron y al día siguiente viendo que estaba hueco, lo abrieron a hachazos encontrando en su interior la escultura de la Virgen María que hoy está en el altar mayor.
También cuenta la leyenda que el celoso sacristán, cuando ya todos se habían ido, volvió al patrono San Lorenzo a su sitio, poniendo a la nueva imagen en el lugar vacante y que los ángeles por tres ocasiones restituyeron a la Virgen al sitio de honor.
Existe la versión de que el rostro de la Virgen cambia de color entre el rojo y el pálido, según las etapas del calendario cristiano o los acontecimientos que vive la sociedad, incluso hay testimonios de quienes la han visto sudar.
Finalmente, el padre Juan de Escobar inició la construcción del nuevo santuario en 1687 supliendo al de San Lorenzo, que se hizo, quizá por orden de Motolinia; quien más participó en la terminación de la obra y en el revestimiento de retablos y camarín fue Manuel Loayzaga (1716-1758). Se dice que no tenía más ropa que la que llevaba puesta, pues todo lo invertía en el Santuario. La fachada se debió al capellán José Meléndez (1767-1784).
Ver también: Otras Leyendas de Tlaxcala
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Publicado: 01-Mayo-2018